Dr. Marco V. Benavides Sánchez.
El sarampión, una de las enfermedades virales más contagiosas conocidas por la humanidad, ha acompañado a la civilización desde hace siglos. Aunque gracias a la vacunación su incidencia ha disminuido drásticamente en muchas partes del mundo, esta enfermedad continúa siendo una amenaza latente, especialmente en regiones donde las tasas de inmunización son bajas o han disminuido en los últimos años. En este artículo, repasaremos lo esencial que el público general debe conocer sobre el sarampión: cómo se transmite, cuáles son sus síntomas, qué complicaciones puede causar, cómo se previene y cuál es su impacto a nivel global.
¿Qué es el sarampión?
El sarampión es una infección viral aguda causada por un virus del género Morbillivirus. Afecta principalmente a niños, pero cualquier persona no inmunizada —ya sea por no haber recibido la vacuna o por no haber padecido previamente la enfermedad— está en riesgo. El virus es altamente contagioso y puede propagarse con una facilidad alarmante, lo que lo convierte en una causa frecuente de brotes epidémicos cuando la cobertura vacunal disminuye.
¿Cómo se transmite?
La forma de transmisión del virus del sarampión es aérea. Se propaga a través de gotitas respiratorias que una persona infectada emite al toser, estornudar, hablar o incluso simplemente al respirar. Estas pequeñas partículas pueden permanecer en el aire o depositarse en superficies, manteniéndose infecciosas durante aproximadamente dos horas. Esto significa que una persona puede contagiarse incluso sin contacto directo con alguien enfermo, solo por estar en un ambiente donde estuvo recientemente una persona infectada.
Una característica preocupante del virus es que la persona infectada puede contagiar a otros incluso antes de que aparezcan los síntomas visibles, lo que dificulta su contención si no existe una cobertura vacunal adecuada.
¿Cuáles son los síntomas del sarampión?
El sarampión sigue un curso clínico característico. Los síntomas suelen comenzar entre 7 y 14 días después de la exposición al virus. Entre los signos y síntomas iniciales más frecuentes se encuentran:
- Fiebre alta (a menudo superior a 38.5°C o 101.3°F).
- Tos persistente.
- Rinorrea (nariz congestionada o mocosa).
- Conjuntivitis (ojos rojos, llorosos y sensibles a la luz).
- Malestar general.
Un signo casi exclusivo del sarampión es la aparición de manchas de Koplik: pequeñas manchas blancas con halo rojizo en la mucosa bucal, especialmente en la cara interna de las mejillas. Este hallazgo precede a la aparición del exantema, y su presencia puede ayudar al diagnóstico clínico temprano.
La característica más visible de la enfermedad es la erupción cutánea o exantema, que aparece de 3 a 5 días después del inicio de los síntomas. Comienza en la cara, usualmente detrás de las orejas, y se extiende gradualmente hacia abajo, cubriendo el tronco y las extremidades. La erupción suele durar entre 5 y 6 días y puede ir acompañada de descamación.
¿Qué complicaciones puede causar?
El sarampión no debe considerarse una enfermedad benigna. Aunque muchas personas se recuperan sin secuelas, en otras puede provocar complicaciones graves, especialmente en niños pequeños, adultos mayores, personas desnutridas o con sistemas inmunológicos debilitados.
Entre las complicaciones más comunes y peligrosas se encuentran:
- Neumonía: Es la causa más frecuente de muerte relacionada con el sarampión en niños pequeños.
- Encefalitis: Inflamación del cerebro, que puede dejar secuelas neurológicas permanentes.
- Ceguera: Asociada a deficiencia de vitamina A y lesiones en la córnea durante la enfermedad.
- Otitis media: Infecciones del oído medio, que pueden causar pérdida auditiva.
- Diarrea intensa: Que puede llevar a deshidratación severa, sobre todo en niños.
Una complicación poco común pero devastadora es la panencefalitis esclerosante subaguda (PESS), una enfermedad degenerativa del sistema nervioso central que puede desarrollarse años después de una infección por sarampión.
¿Cómo se previene?
La vacunación es la piedra angular de la prevención del sarampión. Existen dos tipos principales de vacunas que lo previenen:
- MMR: Protege contra el sarampión, las paperas y la rubéola.
- MMRV: Protege además contra la varicela.
Ambas vacunas contienen virus vivos atenuados y son altamente efectivas. Se recomienda aplicar la primera dosis alrededor del primer año de vida, y una segunda dosis entre los 4 y 6 años. Esta doble dosis asegura una protección cercana al 97%.
Además, en caso de brotes o exposición al virus, es posible administrar la vacuna en las primeras 72 horas para reducir el riesgo de infección. También puede considerarse la inmunoglobulina en personas de alto riesgo no vacunadas.
La vacunación no solo protege a quien la recibe, sino también a la comunidad, a través de la llamada inmunidad colectiva o de rebaño, que impide la circulación del virus cuando suficientes personas están inmunizadas.
El impacto global del sarampión
Antes de la introducción de la vacuna en la década de 1960, el sarampión causaba millones de muertes anuales a nivel mundial. Desde entonces, la vacunación masiva ha reducido drásticamente las tasas de mortalidad y morbilidad. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre el año 2000 y 2018, se evitó la muerte de más de 23 millones de personas gracias a la vacunación contra el sarampión.
Sin embargo, en los últimos años, se ha observado un preocupante resurgimiento de casos en distintos países, incluso en aquellos con sistemas de salud avanzados. Este fenómeno se debe, en parte, al descenso en las tasas de vacunación por desinformación, desconfianza en las vacunas o interrupciones en los programas de inmunización, como ocurrió durante la pandemia de COVID-19.
La OMS considera que el sarampión es una de las principales causas de muerte infantil prevenible por vacunación, y advierte que su erradicación solo será posible si se mantienen tasas de cobertura superiores al 95% de la población.
¿Por qué es importante seguir hablando del sarampión?
En tiempos donde las enfermedades prevenibles parecen del pasado, es fácil caer en la complacencia. Pero el sarampión es un claro ejemplo de lo que puede suceder cuando se baja la guardia. Un solo caso puede desencadenar un brote en una comunidad con baja inmunidad. Por eso, es fundamental:
- Informarse con fuentes confiables.
- Cumplir con los esquemas de vacunación, tanto en la infancia como en campañas de refuerzo para adultos.
- Estar alerta ante los síntomas, especialmente en zonas con reportes recientes de brotes.
- Promover la vacunación entre amigos, familiares y comunidades.
Conclusión
El sarampión es una enfermedad infecciosa grave, pero totalmente prevenible. Gracias a las vacunas, el mundo ha dado pasos gigantescos hacia su erradicación, pero aún queda camino por recorrer. La responsabilidad no recae solo en los sistemas de salud, sino también en cada individuo, familia y comunidad. Vacunarse, informarse y actuar con responsabilidad son las claves para mantener a raya una enfermedad que, aunque antigua, aún representa un peligro real si la olvidamos.
Referencias
- Dabbagh, A., Laws, R. L., Steulet, C., Dumolard, L., Mulders, M. N., & Strebel, P. M. (2018). Progress toward regional measles elimination — worldwide, 2000–2017. Morbidity and Mortality Weekly Report (MMWR), 67(47), 1323–1329. https://doi.org/10.15585/mmwr.mm6747a6
- Gastañaduy, P. A., Budd, J., Fisher, N., Redd, S. B., Fletcher, J., Miller, J., … & Wallace, G. S. (2020). A measles outbreak in an underimmunized Amish community in Ohio. New England Journal of Medicine, 382(2), 134–142.
- Moss, W. J. (2017). Measles. The Lancet, 390(10111), 2490–2502. https://doi.org/10.1016/S0140-6736(17)31463-0
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